8 de julio de 2013

WHO CARES


Me caigo, me levanto, me derrumbo y asi unas mil veces más. No sé cuándo esto pareció volverse en rutina.
Todo comienza con un sábado de huída a ninguna parte concreta. Me pongo a caminar y pierdo el norte. Ando hasta donde las piernas aguanten. Veo una señal que indica que estoy a un kilómetro y paro. Respiro. Pienso. Me doy la vuelta. No quiero llegar a ninguna parte. Las montañas me parecen infinitas. No quiero pensar pero sin embargo no puedo parar de pensar una y otra vez en todas las barbarides cometidas a lo largo de la vida. Es una huída de mí misma.
Como pasa con todas las huídas, toca volver. No quiero, mis piernas no aguntan más, el calor me quema, busco un banco inexistente y sigo caminando con la respiración cada vez más forzada.
Cada minuto que pasa más insistemente quiero llegar a casa. Definitivamente lo necesito.

Los domingos fuera de casa me parecen terribles. Y el resto de los días también pero aún así hago un esfuerzo para sobrepasarlos. Desde que me desperté sabía que no iba a ser un buen día. Otra vez toca huída. Algo de mi quiere marcharse, no sé a donde, simplemente quiere caminar. Tal vez haya un mejor lugar. Quién sabe.

Y todo se repite una y otra vez pero a quién le importa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario